lunes, 9 de agosto de 2010

Carta No. 56-57 y 58 Agosto 2010

Queridas familias de la comunidad:

Hace poco leí un libro muy interesante de un hermano dominico. El libro se titula por qué hay que ir a la Iglesia? El drama de la Eucaristía. Dice que son muchas las personas a las que el hecho de ir a la Iglesia les resulta aburrido, les parece un absurdo y hasta un sin sentido. En primer lugar hay que ir a la Iglesia porque uno debe ir a la Iglesia, que es el lugar donde se verifica nuestra indentidad cristiana y el espacio donde nos reconocemos. Debemos ir a la Iglesia del mismo modo que por deber vamos a visitar nuestros familiares. Y también hay que ir a la Iglesia porque ahí se desarrolla un drama profundo e intenso: la Eucaristía.


La Eucaristía es un drama que se desarrolla en tres actos, por el cual compartimos la vida de Dios y comenzamos desde este mismo momento a ser tocados por la felicidad de Dios. Escuchando la palabra de Dios crecemos en la fe, la fe nos conduce a la esperanza y nuestra esperanza culmina en el amor. La Eucaristía es acción de gracias, es comunión. Jesús llamó a un grupo de discípulos para que viviera con Él, para sentarse y comer con Él . Eran sus amigos. Una espiritualidad cristiana que no tenga en cuenta a los demás cristianos no es auténtica ni verdadera. Cuando recibimos la comunión nos convertimos en signo de la comunidad de amor, que es la vida de Dios Trinidad, nuestro hogar definitivo. La Eucaristía es el sacramento de nuestra alegría, libertad y esperanza. Por encima de todo, la Eucaristía nos forma en la caridad, en nuestra condición de personas capaces de amar.


Las personas que viven y participan en la Iglesia del drama de la Eucaristía no tratan de sentirse ni saberse mejores que las demás personas. Se saben peregrinas, siempre en camino, siguiendo las huellas de su Señor. No se creen mejores personas que las demás porque saben que el pecado siempre amenaza la vida de cada día , pero al mismo tiempo se muestran alegres y decididas porque poseen un misterioso tesoro que les hace ver y sentir la vida como un inmenso regalo por parte de Dios.
Nuestra comunidad de Santa Catalina de Siena está edificada sobre el fundamento de la fe, sostenida por los sacramentos, sobre todo por la Eucaristía y constantemente animada por la vitalidad del Espíritu Santo. Tenemos como santa protectora a la Doctora Santa Catalina de Siena, una mujer de fuerte carácter, de admirable vitalidad, como se nos muestra en sus escritos, y, por encima de todo, una mujer con profundo sentido de la unidad de la Iglesia, por quien estaba siempre dispuesta a dar su vida. Creer en la comunión de los santos y santas es creer que la fuerza del mal y del odio puede ser vencida por la fuerza del amor y de la entrega: "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo".
Cuando reconocemos a Jesús en la Eucaristía nuestros ojos se abren no sólo para verle a Él, sino para vernos a nosotros mismos de forma nueva. Al recibir su cuerpo compartimos su libertad y asumimos la responsabilidad de nuestro destino, sea cual fuere. Nuestras vidas se convierten en dichosas y bienaventuradas, pero no en el sentido que el mundo entiende estas palabras. Nos convertimos en seres mas libres cuando abrazamos lo que debemos hacer.
Hermanas, hermanos, queridas familias, todos formamos la Iglesia, es decir, la reunión de los llamados por Cristo. Nos reunimos como una forma de aceptar el don indestructible de la paz de Cristo. En la Iglesia lo importante no es que nos sintamos unidos, lo importante es recibir y otorgar el don de la paz.
Reciban todos y cada uno de ustedes un afectuoso saludo de paz con el cariño de siempre. Y sepan siempre que Dios les ama a todos hasta el extremo. Dios les bendiga. Javier, Eduardo y Manuel de Jesús, vuestro párroco.

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