domingo, 23 de mayo de 2010

Carta No. 55 Mayo 2010

Queridas familias de la comunidad:

Este mes de mayo está siendo un mes lleno de acontecimientos: Mes de las madres, las elecciones, la clausura del año sacerdotal, el nombramiento de un nuevo obispo para nuestra arquidiócesis... y la celebración de Pentecostés.
Dios es Padre, Hijo y Espiritu Santo, Tres personas y un sólo Dios. El domingo de Pentecostés es el domingo más importante después del domingo de la Pascua de Resurrección. Los 50 días que hay entre el domingo de Resurreción y el domingo de Pentecostés forman el tiempo pascual. En el tiempo pascual hemos celebrado cómo el Señor, después de resucitar, se apareció en repetidas ocasiones a sus discípulos y les mandó que predicaran su Evangelio de paz y amor a toda la humanidad, que bautizaran en el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo, y que formaran comunidades hasta que Él, definitivamente, vuelva.
El Señor no nos ha abandonado a nuestra suerte, ni nos ha dejado sólos. Nos ha dejado su Espiritu, que es también el del Padre, que es una nueva, y definitiva, forma de su presencia. No sabemos qué pasó exactamente el día de Pentescostés, cuando el Espiritu Santo fue derramado sobre los Apóstoles y todos los que allí se encontraban, pero sí sabemos que debió ser algo fuerte y muy hermoso, tanto que desde entonces nosotros, los cristianos, vivimos animados por aquella misteriosa fuerza, que hace que seamos todos hermanos. Esta dimensión se recoge en el lema, tomado del libro de los Hechos de los Apóstoles, del mes del Tercer Plan de Pastoral:
Todos Quedaron llenos del Espíritu Santo
Felicitamos a todas las madres, especialmente a las de nuestra comunidad cristiana, en su día. Cada día es el día de las madres; desde estas lineas mandamos nuestros saludos para todas ellas, rogamos a Dios y a la Virgen para que las protejan y pedímos para que nuestro corazón esté siempre lleno de gratitud para con todas ellas. Terminamos nuestra carta con esta hermosa invocación al Espiritu:
"Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno."
Amén

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